martes, 14 de julio de 2009















Una noche de verano de esas que queman.
Buenos Aires arde en sudor.
El ventilador escupe un ruido tétrico.
Tus brazos abrazando mi garganta.
La sábana se nos pega.
Los cuerpos se resbalan.
Tu piel se hunde en mi.
Calor,
los segundos se hinchan.
Los minutos giran y gotean.
Nada pasaba por esa habitación.
Ni nuestras sombras.
Afuera el pasado y el futuro.
Las leyes, las deudas y las misas.
Nadie voltea a esa habitación.
Ni demonios ni ángeles.
No hay agua.
El calor nos jala desde la cama.
Por suerte no usamos anillos.
Ni ropa.
Incautos, intactos, profundos.
El aire denso y caliente nos envuelve.
Suspendidos en ese calor sofocante,
huérfanos, desnudos.
Por la ventana, vemos el baile de una gaviota.
Nos sumergimos en sus plumas.
Por fin desaparecimos.
Y escapamos con ella.
Yo me hice alas,
tú, vuelo.

1 comentario:

Claudel dijo...

uy
nena
el verano


es tan occidental
ajajaja


te quiero