martes, 30 de diciembre de 2008





Viceversa

Tengo miedo de verte
necesidad de verte
esperanza de verte
desazones de verte.
Tengo ganas de hallarte
preocupación de hallarte
certidumbre de hallarte
pobres dudas de hallarte.
Tengo urgencia de oírte
alegría de oírte
buena suerte de oírte
y temores de oírte.
O sea,
resumiendo
estoy jodida
y radiante ,
quizá más lo primero
que lo segundo,
y también,
viceversa.




Mario Benedetti

jueves, 18 de diciembre de 2008


La Boca.

Las calles.
Las arterias.

Color. Calor.
La pintura que no se sale del cuerpo manchado.
Y ella que pinta su vida, para verla más bonita.

lunes, 8 de diciembre de 2008







.
..
...
*
UN SOPLO¨*









Julia caminaba hacia adelante, cuidando cada pisada, siempre hacia adelante, con sus pies desnudos.
Deslizándose, con la sutil delicadeza de una bailarina, manejando el peso del vacío, como si fuera una pluma.



Haciendo bueno el aire miserable, irrespirable...



Sus ojos fijos siempre en el mismo punto, en el mismo recuerdo que se proyectaba en blanco y negro como un sinfin en su cabeza. Y sus rodillas doblándose minuciosamente entre paso y paso, con una cadencia sincronizada, con un reloj interno .



Julia en sí misma era arte puro. Precisa matemática disfrazada con telas de circo.



Pintada sobre el aire con colores de mujer, con líneas sensuales y exactas.



Cada día, cuando moría la luz del sol, subía a su cuerda y su sola presencia bastaba para detener el ocaso. Julia nunca se dio cuenta que podía jugar con el tiempo. Julia era magia.



Ella pisaba la cuerda que dividía su presencia de la ausencia. Nadie nunca se lo dijo.



El filo del aire era peligroso, pero Julia no lo notaba, simplemente lo esquivaba.


La cuerda la daba vértigo, el vértigo la sensación de que aún seguía viva.


La altura la separaba de las cosas, de la gente. Y más alto, más tranquila se sentía.


-Casi siempre las historias terminan mal, es como en los buenos libros.
-Yo te propongo que nos vayamos conociendo. Y que empañemos los vidrios de tu auto.


El sexo era lo mismo. Caminar por una cuerda, pero cayéndose para arriba.


La sensación de nacer y morir.


Yo nací en tu auto. No en un hospital.


Dos almas soñolientas estaban encontrando el rumbo, el placer. Se despertaban de a poco, se tocaban entre nieblas, humo blanco que jugaba a esconderlos, hasta que volvían a encontrarse y había que tocarse para sentirse, había que apretarse para saber si el otro estaba ahí. Pellizcarse, morderse. Cualquier cosa valía, no había otra cosa que hacer. Estaban rodeados de niebla y había que encontrarse, para perderse, y buscarse otra vez. Porque el momento en el que se encontraban era eterno, era fuego. Era amor. Pero de ese amor que rebalsa, que ahoga, que inunda, seca y sacude.


-A veces decido no encontrarte, y al paso siguiente mis manos se chocan con tu cuerpo, y otra vez me pierdo.
-Crucemos la playa. Tal vez salga el sol.


El amor les dolía, cada vez un poco más. Sus almas presentían.
Y de pronto, sin saber por qué, la ausencia.
Y Julia empezó a ser Julia.
A caminar por la cuerda para dejar de caminar por el suelo.

A imaginarlo del otro lado, siempre se adelantaba y llegaba antes a la otra punta. Es que las nieblas no la dejaban ver con claridad.
Tan alto que lo sentía cerca. Tan alto que necesitaba llegar un poco más alto.

Julia se llenó de vacíos. Julia era frío, con un poco de magia.


Llegó el invierno, y Julia encontró dos montañas. Altas hasta donde él estaba.
En medio de nubes, como donde él estaba.
La cuerda esta vez era más larga.
Julia fijó los ojos donde sentía su presencia, o su ausencia.
Y su pie descalzo pisó suavemente la áspera cuerda.


Caminó entre nieblas, vestida de blanco, combatiendo el viento. Haciéndose nube.
La cuerda y Julia estaban en el medio del cielo.


Y un momento dejó de ser momento.
Sensación de eternidad en un segundo.
Como cuando cae una estrella fugaz...

Y empezó a amanecer.
La luz fue matando de a poquito toda la niebla. Así, como si nunca hubiera estado allí, la arena brillaba y se encontraron en la orilla. El tiempo se había ido o había vuelto.

Nacieron juntos. Murieron juntos. Ley de vida.







domingo, 7 de diciembre de 2008




hUMAreada


El baile trascendía lo humano, trascendía la tierra.
Una princesa maya bailaba la eterna música de su infinito viaje.
Las monedas, en el cinturón de su cadera, resonaban al ritmo de cada golpe. Y cada golpe al ritmo de su cadera.
Una cadencia celestial, divina. Blanca.
La magia salía como humo de su boca, danzando también, alrededor de las plumas. Los hechizos hacían caer estrellas en polvo que rodaban por el piso.
En el horizonte se veían los ancestros llamados al baile.
En el cielo se veían los espíritus viajando hacia el baile.
En la tierra, sus pies descalzos giraban pesadamente, resonando en el eco de esa sala, suspendida quién sabe dónde, sostenida por quién sabe qué.

Tan terriblemente bella, que su danza era la muerte misma.
Y que su maldito balanceo mareaba, vibrante, el fondo del pecho.

La misma mitad de pureza, la misma mitad de perversión.

Volando en círculos, el humo envolvía a todas estas presencias invisibles que habían viajado millones de años para tan sólo verla bailar.

Su pelo era nube, pelo, tiniebla y sol.
Sus movimientos eran sexuales, inocentes, fugaces, eternos.
Alto, bien alto tratando de alcanzar la perfección y la tranquilidad de un mantra.
En sus manos, la sensación de atemporalidad.
En el tiempo, la sensación de jamás haber tenido nada.

Los corazones llenos, tan llenos por esa danza perteneciente al íntegro universo. Una danza tan gigante, que se iba moviendo por entre ellos, violando cada intimidad, violando cada una de sus ganas, violándoles el sexo. Absorviéndoles en espiral la enfermedad. Deshaciendo sus obsesiones.
Destrosando sus karmas desde el poder que ascendía al aire, que les curaba, dándoles una tregua.

Princesa maya, sólo esta noche, dame un respiro.

domingo, 30 de noviembre de 2008



Los espíritus de las ruinas de su relación le habían mostrado la cantidad de veces que él había hecho lo mismo.
La cantidad de espacios en los que la había engañado. La cantidad de mundos en los que había destrozado sus sueños.
Muchas vidas de maltrato.
Nacer, morir, siempre para llegar al mismo punto: el engaño.
Sometida, lastimada por la misma energía que retornaba en cada vuelta de hoja para recordarle que no significaba nada. Que se merecía una a una las heridas que le habían causado.
Los días de grises mojados tenían siempre el mismo olor.
En todas sus vidas fueron grises, estaban teñidos de miedo y angustia.
Una y otra vez él volvía, de diversas formas y colores, para maltratarla.
Su abuelo, su padre, su marido.
Abusos.
Y ese día descubrió la verdad.
Se cayó el telón y vio todo lo que había detrás.
Vio tantas vidas terminadas igual: un espíritu envejecido y consumido por el violento maltrato, por el sometimiento. Por las largas noches de abusos.
Se vio a sí misma como un pequeño espíritu, amorfo, desgarbado, sobre un charco de penas estancadas en proceso de putrefacción. Se vio asquerosa.
Le dio repulsión su vida.
Le dieron asco sus vidas.
Y decidió que ésta sería la última.
Escribió en su computadora que ya lo sabía, lo subió a la red, deseando que en el caso que todo lo demás fallara, y con la complicidad de la casualidad, llegaría a estas páginas, y leyendo... volvería a recordar...
Renunció una vez más a su vida, pero con el pequeño consuelo, esta vez, aunque sea, de poder decidir por ella misma, su propio final.
Encendió una vela, e imploró a todos los cielos que no vuelva a suceder. Que ésta sea la última muerte. Que ésta, haya sido la última vida.
1953
1963
1973
1983
30 años.
Odiaba el olor del café a la mañana.
Pero esa mañana en especial no lo soportó. Unas náuseas la empujaron al baño. Alivió dentro del inodoro una cadena de tristezas y frustraciones que traía atravesadas en su garganta hacía unos años.
Odiaba a su jefe, porque estaba casado, porque tenía un hijo, porque era mucho mayor que ella. Odiaba tener 22 años.
Encendió una vela frente al espejo de su casa y se juró, mirándose a los ojos, que ella sería la dueña de ese amor, estaba cansada de la soledad...
1987
1996
2001
Diciembre, 2008.