domingo, 30 de noviembre de 2008



Los espíritus de las ruinas de su relación le habían mostrado la cantidad de veces que él había hecho lo mismo.
La cantidad de espacios en los que la había engañado. La cantidad de mundos en los que había destrozado sus sueños.
Muchas vidas de maltrato.
Nacer, morir, siempre para llegar al mismo punto: el engaño.
Sometida, lastimada por la misma energía que retornaba en cada vuelta de hoja para recordarle que no significaba nada. Que se merecía una a una las heridas que le habían causado.
Los días de grises mojados tenían siempre el mismo olor.
En todas sus vidas fueron grises, estaban teñidos de miedo y angustia.
Una y otra vez él volvía, de diversas formas y colores, para maltratarla.
Su abuelo, su padre, su marido.
Abusos.
Y ese día descubrió la verdad.
Se cayó el telón y vio todo lo que había detrás.
Vio tantas vidas terminadas igual: un espíritu envejecido y consumido por el violento maltrato, por el sometimiento. Por las largas noches de abusos.
Se vio a sí misma como un pequeño espíritu, amorfo, desgarbado, sobre un charco de penas estancadas en proceso de putrefacción. Se vio asquerosa.
Le dio repulsión su vida.
Le dieron asco sus vidas.
Y decidió que ésta sería la última.
Escribió en su computadora que ya lo sabía, lo subió a la red, deseando que en el caso que todo lo demás fallara, y con la complicidad de la casualidad, llegaría a estas páginas, y leyendo... volvería a recordar...
Renunció una vez más a su vida, pero con el pequeño consuelo, esta vez, aunque sea, de poder decidir por ella misma, su propio final.
Encendió una vela, e imploró a todos los cielos que no vuelva a suceder. Que ésta sea la última muerte. Que ésta, haya sido la última vida.
1953
1963
1973
1983
30 años.
Odiaba el olor del café a la mañana.
Pero esa mañana en especial no lo soportó. Unas náuseas la empujaron al baño. Alivió dentro del inodoro una cadena de tristezas y frustraciones que traía atravesadas en su garganta hacía unos años.
Odiaba a su jefe, porque estaba casado, porque tenía un hijo, porque era mucho mayor que ella. Odiaba tener 22 años.
Encendió una vela frente al espejo de su casa y se juró, mirándose a los ojos, que ella sería la dueña de ese amor, estaba cansada de la soledad...
1987
1996
2001
Diciembre, 2008.