jueves, 30 de julio de 2009









En Bogotá llueve.


Un amor más, un beso más, una caricia más que me conmueve...
En la mitad de la ciudad los autos se trancan, la gente se insulta, los bocinazos me abomban la cabeza.


Algunas partes se parecen a Buenos Aires, La Candelaria tiene un aire a San Telmo, Chapinero parece una postal de algún barrio de Olivos, La Soledad, Núñez...
De vez en cuando me asaltan recuerdos de otros momentos, en donde estar en mi cuerpo y en mi piel se sentía distinto.
Suaves palabras de aliento consuelan esto, que no sé si es destino o locura.
Caminar mucho en poco tiempo, o pasar poco tiempo caminando mucho. Sin nada que llevarme, sin nada que dejar... El cuerpo y el alma que se acomodan distinto cada vez.
Las risas pasan, las lágrimas pisan el tiempo, los rostros cambian.
La Tierra es la misma, el mismo suelo combinando con el mismo cielo.
El mismo sueño con la misma sed.
Las uñas siguen creciendo, mis amigas me siguen escribiendo.
Me agito cuando corro, la torpeza nunca me abandona.
Desde hace un año que me emociono por las cosas más idiotas. Y sigue pasando.
Mala suerte con los hombres, esperando que cambie la racha todos los días...
Muchas opciones siempre, las calles, los aviones, las preguntas, todo el tiempo eligiendo.
Y Bogotá que a veces me cuesta, pero nunca me deja de sonreir.
La gente, sus cuentos, las lucecitas por todas partes.
Guadalupe y Monserrate espiando mis versos de vez en cuando, y yo sigo prometiendo ir a conocerlas algún día, y fotografiarte desde arriba.
Tierna la noche.
Fugaz la mañana.
Brillante el día.
En Bogotá llueve.
Pero no hace frío.
Crecí, y Colombia me recibió con una bandeja paisa.
Soñé mirando hacia el norte.
Lloré recordando el sur.
Pero entendí que la vida es como el este y el oeste, el sol nace aquí y muere allá, el día termina y vuelve a empezar, arriba es abajo y abajo luego arriba...









°°°Triste época la nuestra. Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio°°°
aLbert eInsTein

martes, 14 de julio de 2009















Una noche de verano de esas que queman.
Buenos Aires arde en sudor.
El ventilador escupe un ruido tétrico.
Tus brazos abrazando mi garganta.
La sábana se nos pega.
Los cuerpos se resbalan.
Tu piel se hunde en mi.
Calor,
los segundos se hinchan.
Los minutos giran y gotean.
Nada pasaba por esa habitación.
Ni nuestras sombras.
Afuera el pasado y el futuro.
Las leyes, las deudas y las misas.
Nadie voltea a esa habitación.
Ni demonios ni ángeles.
No hay agua.
El calor nos jala desde la cama.
Por suerte no usamos anillos.
Ni ropa.
Incautos, intactos, profundos.
El aire denso y caliente nos envuelve.
Suspendidos en ese calor sofocante,
huérfanos, desnudos.
Por la ventana, vemos el baile de una gaviota.
Nos sumergimos en sus plumas.
Por fin desaparecimos.
Y escapamos con ella.
Yo me hice alas,
tú, vuelo.


La piel cuajada y reseca. Las manos frías y toscas.
Un mar de dudas entre las sombras de su cuarto y ella.
Dosificando las gotitas para no curarse demasiado.
Por la ventana la miraban dos ojos oscuros.

En la cabeza tenía dos pájaros de garras negras y plumas azules.
Guardaba un diario en la mesa de noche, un diario del 96.
Papeles en los bolsillos y besos de mujeres en muchas partes.
Humo en los tacones, cigarrillos de Palermo.
Las paredes albergaban el frío de las noches interminables.
La cama se le hacía inmensa, la piel le vibraba en una sutil agonía.

Apuntada por varias enfermedades, Triana esperó el amanecer.




¿Dónde estás, que me dejaste gris el alma de tanto esperarte?


¿Qué hiciste con mis tardes amarillas, mis colores y mi vida?


¿Dónde me llevaste, dónde me dejaste?


¿Dónde estás?




Triana, tu maldad...

lunes, 13 de julio de 2009




Había una vez, un bosque en una estrella.

Una vez esa estrella fue de René. René era un hombre que fue mi padre una vez. Tenía ojos azules como los míos y una vez desapareció y se fue a esa estrella con un bosque verde.

Una vez se encontró con un espíritu, no lo podía ver bien porque una vez cada tanto se hacía medio invisible, pero igual le enseñó muchas cosas. Una vez ese señor lo llevó al centro de la estrella, y le dijo que mire hacia abajo. Esa vez la estrella se abrió y vieron que había gente que les estaba cantando y danzando. Fue una vez, pero fue una vez hermosa.


René estubo una vez sintiendo el aire, de pronto estornudó, y se hizo viento.

Una vez René se acercó a un río empujado por la sed, y cuando se miró en el reflejo, vio que él era agua. René se asombró y se calló al río.

Una vez René se enamoró de una mujer que vendía brillos, y se dio cuenta que la mujer era muy brillante, y de tan brillante que era, se brilló todo. René quedó brillando esa vez.

Una vez René salió al patio de su casa y miró el cielo, y se dio cuenta que su piel era celeste y su cuerpo era invisible.

Una vez, René vio cómo talaban un árbol en su bosque. Esa vez, a René le salieron unas manchas en la piel.


Una vez René se puso contento de ser René.
Una vez, de pura casualidad, yo le canté a esa estrella.

domingo, 12 de julio de 2009





Iglesias, monasterios, templos, mezquitas, cada lugar para una programación distinta de personas.

Cada color, cada significación, tratando de entrar en el enriedo de la maraña de la mente.

Para por fin entender lo mismo.

Nada.

No hay formas, no hay libros, no hay nada.

Sólo un cuerpo que siente y una mente que habla y habla.

Hay autos que te dicen cómo ir, hay buses que te acercan, hay amigos que te recogen cuando llegás... pero a dónde?

Si siempre es el mismo sitio, el mismo sol con las mismas nubes y truenos que te pegan sustos sorpresivos. Si siempre es el mismo amor, y no hablo de amores ni amantes, hablo de la misma sutil forma que te acaricia el corazón cuando está abatido y cansado. Siempre el mismo espejo que refleja los mismos ojos.

Dónde llegué si el camino sigue siendo el mismo?

Trámites de cientos de dólares, señales de alerta, solicitudes para completar. Múltiples preguntas para catalogarte, para entrar en un sistema cuasi perfecto. Terciario incompleto. Dedicación?

Sexo? escaso por cierto.

Aburrida de ponerle nombre a las cosas para cada vez hacer más compleja la llegada al mismo sitio. Y para facilitarnos la vida van inventando más y más cosas que nos ayudan. El paraguas para no mojarse, el teléfono e internet, ¿para acercarnos?, los bares para emborracharse, los trabajos de 15 horas para mantener a la familia... ¿qué familia?

Y un día te levantás y te das cuenta que el paraguas no te hace verdadera falta y el teléfono tampoco, ni el auto, ni tus títulos de súper profesional, porque estás desnuda, parada frente al mismo espejo, con los mismos ojos tristes, con el mismo corazón aplastado por la angustia, callado por el miedo a rebalsarse de tantas emociones a las que fuiste bajándole la voz para no hacer ruido...

Nada.

No hay nada.

Sólo agua en nuestras venas y un fuego que nos bombea la vida.

Nada.

Somos nosotros rodeados de formas, de convenciones, de amabilidades y de guachadas.

A veces más paranoicos.

A veces nos olvidamos quién o por qué somos, hablamos, caminamos, nos movemos, y buscamos respuestas. Alguien que nos explique por favor, que tengo que completar el formulario del pasaporte y olvidé mi nombre.

Palabras que me tranquilicen, y así, más segura pueda volver a creer en mi.

...

en mi qué?