El vuelo había sido hasta muy alto.
Amaneció en un momento de transición, no era aquí, ni era allá, solamente amaneció, y todo cobró un color anaranjado. Mis mejillas, el cielo y las aves.
Como si la cantidad de convenciones que nos limitan, que nos encierran, no tuvieran sentido cuando uno está en ese momento de cambio, volando, en ningún lado, y en todos a la vez.
Y entonces nace un nuevo día en ningún lugar.
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